Francisco Igartua Rovira

Francisco Igartua Rovira
Francisco Igartua y Doris Gibson

Paco se negó a renunciar a su vocación aun luego del cierre de su semanario y su voz se dejo oír en su columna canta claro, de la que ofrecemos aquí algunos ejemplos representativos. Lo primero que llama la atención en estas páginas escritas para comentar su momento histórico es la vigencia que mantienen en el debate político actual. Temas como los métodos de la lucha contra el narcotráfico y sus consecuencias en el extranjero, las ventajas y defectos de la bicameralidad, la urgencia de abolir una constitución fabricada según las necesidades de un tirano, el compromiso político del comunicador, etc., forman parte de nuestras discusiones y dudas de hoy. En el articulo “Sin equidad no hay solución”, por ejemplo, Paco demanda atención a conflictos que, como lo ocurrido en Bagua, comprometen al Estado y exigen el dialogo antes que la represión. Fiel a sí mismo hasta el final y ya en su lecho de muerte, Paco envió con su hijo la ultima colaboración en esta columna: “Hay que remover el agua para enturbiarla”.

Francisco Igartua, Oiga y una pasión quijotesca. Ediciones Fauno, Pág. 274.

jueves, 10 de febrero de 2011

2001

Hasta aquí leí. No quise, de miedo, averiguar más.

Habría que ser en extremo obcecado para negar que son ciertas las cifras que se están dando sobre una esperanzadora reactivación económica. Y hace bien el gobierno empecinándose en seguir el camino de la pruden­cia. Sin embargo, lo dicho no nos debe obligar a dejar de meditar en que hay algo más por hacer para evitar que los latinoamericanos tengamos que sonrojamos, como ocurrió en la reciente reunión iberoamericana, escuchan­do que la política económica a la que nos obligan el BM y el FMI produjo beneficios a muy pocos en la década de los 90 y, a la vez, aumentó con 58 millones más nuestros muertos de hambre.

Una reflexión que no nos debe llevar a la impruden­cia, pero tampoco a aceptar tan tenebroso hecho con ex­plicaciones fáciles, como la de la "corrupción" latinoame­ricana, ya que si de corrupciones se trata somos rateri­llos callejeros frente a las travesuras de algunas casas rea­les europeas y a los miles y miles de millones que "pres­tigiosísimas" empresas norteamericanas han robado con balances e informes falsos, sin que uno solo de esos la­drones de alto vuelo haya ido a la cárcel. Se ha sabido apenas de un suicidio, de un personaje seguramente edu­cado a una usanza ya en extinción.

Semejante meditación también nos debería invitar a repasar la historia y a recordar que la espléndida bo­nanza industrial del siglo XIX tenía fuerte sustento en algo que hoy se repite en relación a los salarios de los países pobres: "Serán muy bajos, pero si esa gente no acepta el trabajo no come".... A algunos nos aterra y a muchos los deja indiferentes la posible vuelta del "¡Arriba los pobres del mundo!", con sus apocalípticos resultados marxistas que, sin embargo, sirvieron para que Europa entendiera que la esplendidez económica no puede construirse sobre la miseria y el dolor de las multitudes.

Pero, en fin, éste es tema que sobrepasa nuestras preo­cupaciones cotidianas y es ignorado por la modernidad, sumergida en fórmulas frías de eficiencia, costo, beneficio, competitividad; fórmulas ajenas a vetustos criterios éticos y de solidaridad humana.